viernes, 18 de noviembre de 2011

Inés.

"¿Te puedo llamar?" Son de ese tipo de preguntas que vas a saber siempre, siempre, la respuesta. Que si me lo preguntas a la una de la madrugada, nada va a cambiar. Que sabes que ahí estaré, esperando a que suene, esperando a escucharte. Y desde el otro lado del teléfono, te apoyaré, que ya lo sabes, que siempre podrás apoyarte en mí, que siempre podrás contar conmigo. Porque para eso están las hermanas. Y nos hincharemos de helado de chocolate los domingos por la tarde, y nos comeremos la nocilla a cucharadas, y qué importa, ya sabes, cómete el orgullo, cómete a doña perfecta, cómete el estrés, cómete al malo de la peli. Y nos reiremos, nos reiremos mucho, con esas risas escandalosas y me dirás que no te mire porque entonces te entra la risa, o lloraremos y gastaremos dos, tres o diez paquetes de pañuelos. ¿Y qué? Ya sabes que la teoría la sabemos muy bien, al pie de la letra, pero que fallamos a la hora de aplicar la práctica. Y no queremos llorar, porque sabemos que no vale de nada, pero, ¿y si lloramos? pues lloramos y punto. Porque si tú lloras, aquí me tienes, a tu lado, y sé que si yo lloro... Ahí estarás tú.

No hay comentarios:

Publicar un comentario